Del móvil a la memoria: por qué invertir en fotografía de boda (y no solo en decoración)

En una boda hay cosas que duran un día…

y cosas que duran toda la vida.

Las flores se marchitan.

El vestido se guarda.

La comida se olvida.

Pero las fotos… las fotos se quedan.

Y sin embargo, todavía hay quien se gasta más en sillas que en el recuerdo de todo eso.

No estoy en contra de la decoración

A ver, que quede claro: me encantan las bodas bonitas.

Las luces, el detalle, el mimo. Todo eso suma.

Pero lo que realmente vas a mirar dentro de 20 años no es la disposición de las mesas.

Es cómo se miraban ustedes cuando nadie más lo hacía.

Eso no lo capturan los móviles.

Eso no se improvisa.

¿Por qué vale la pena invertir en un fotógrafo?

Porque no estás pagando por apretar un botón.

Estás invirtiendo en alguien que:

  • Entiende la luz, el tiempo y la emoción.

  • Sabe cuándo esperar… y cuándo disparar.

  • Ve cosas que tú no vas a ver en ese momento.

No soy parte del decorado.

Soy testigo. Y memoria.

Y eso, cuando todo pase, es lo que queda.

¿Y si tengo un amigo con buena cámara?

Perfecto. Que saque fotos. Que disfrute.

Pero tu boda no es el momento de hacer pruebas.

No te mereces imágenes “aceptables”.

Te mereces imágenes que te rompan por dentro cada vez que las mires.

Imágenes con narrativa.

Con peso.

Con verdad.

En resumen

La fotografía no es un extra.

Es la única forma que tendrás de revivir tu boda tal y como fue.

Podés gastar en flores, en vino, en detalles…

pero si no invertís en quién cuenta tu historia,

todo eso se va como vino: bonito, pero efímero.

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