¿Qué se siente estar frente a mi cámara en el día de tu boda?
Te lo resumo en una frase:
se siente como estar con alguien que no necesita que actúes.
No vengo a exigirte sonrisas, ni poses de catálogo.
Vengo a acompañarte.
A mirar sin interrumpir.
A estar… sin pesar.
Y eso, en un día tan grande como tu boda, se nota.
Nada empieza con una foto
Empieza con una charla.
Un “¿cómo estás?”,
un “tranquilo, no hace falta hacer nada ahora”,
un “si querés llorar, llorá”.
No saco la cámara en cuanto llego.
Primero leo el ambiente. Respiro con ustedes.
Y cuando siento que ya no estás pensando en mí,
entonces sí… empiezo a fotografiar.
Porque no busco verte posando,
busco verte sintiendo.
¿Y si soy tímido? ¿Y si no me gusta salir en fotos?
Perfecto. La mayoría de mis parejas se sienten así.
Y sin embargo, cuando se ven en sus fotos,
me dicen: “Esa sí soy yo.”
No necesito que seas otra persona.
No quiero que actúes.
Quiero que vivas tu día con libertad, y que yo me encargue del resto.
¿Qué hago yo mientras todo ocurre?
Observo.
Espero.
A veces, indico algo muy sutil.
Pero la mayoría del tiempo… simplemente dejo que pase.
Porque la emoción verdadera no se dirige.
Se permite.
Y si hay algo que hago bien, es dar ese espacio.
¿Qué recibís al final?
Recibís imágenes donde no hay poses forzadas.
Donde las lágrimas no parecen decorado.
Donde el viento en tu vestido tiene sentido.
Y donde vos… estás entero. Sin filtros. Sin presión.
No te vas a ver “perfecto”.
Te vas a ver real. Y eso es mucho más poderoso.