¿Vale la pena hacer una sesión familiar si los niños no paran quietos? Sí, y te cuento por qué?

Una de las frases que más escucho es:

“Me encantaría tener fotos con mis hijos, pero es que no paran ni un segundo…”

Y sí, es verdad.

Los niños se mueven.

Saltan, se distraen, se aburren, se enfadan, se manchan, se ríen fuerte y luego lloran.

Y es justamente por eso que vale la pena hacer esas fotos ahora.

Porque todo eso… es la infancia.

No estoy buscando que se queden quietos

No soy fotógrafo de estudio. No hago retratos forzados con fondo blanco y sonrisas fabricadas.

Trabajo con lo que hay. Con lo que son.

Si tu hijo no para, si tu hija corre, si hay caos… está perfecto.

No busco la pose. Busco el momento.

Mi trabajo no es hacer que tus hijos “se porten bien”.

Es verlos como son, y capturar eso de una forma bella, sincera y atemporal.

Las mejores fotos no son las que imaginas

Puede que entres a la sesión pensando en una imagen concreta.

Pero las que terminan siendo tus favoritas, casi siempre, son las que ocurrieron sin avisar.

Un abrazo desordenado. Una carcajada después de una caída. Una mirada entre hermanos cuando nadie los ve.

Eso no se planea. Se presencia.

Y cuando tienes a alguien con la sensibilidad para ver esos momentos… se quedan para siempre.

¿Y si sale mal?

La mayoría de las familias me lo dicen antes de empezar:

“No sé si esto va a funcionar. Nunca hemos hecho una sesión.”

Y al final, las fotos están llenas de amor. De verdad. De identidad.

Porque no se trata de controlar.

Se trata de dejar ser.

Y eso es justo lo que hace que funcione.

En resumen

Si estás esperando a que tus hijos se queden quietos para tener fotos…

vas a esperar años.

Y mientras tanto, te vas a perder lo más valioso: la intensidad desordenada de este momento que no vuelve.

No necesitamos perfección.

Solo presencia.

Y la mirada adecuada para transformarla en memoria.

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