¿Por qué las mejores fotos de boda no se planean?
Hay imágenes que no estaban en la lista.
No estaban previstas.
Nadie las pidió.
Y sin embargo… terminan siendo las más valiosas.
Porque en una boda, lo mejor casi nunca ocurre cuando alguien dice “ahora”.
La emoción no se organiza
Podemos tener un planning.
Podemos hablar de tiempos, de luces, de espacios.
Pero la emoción —la de verdad— no tiene horario.
No sabes cuándo alguien va a llorar.
Ni cuándo una mirada lo va a decir todo.
Y ahí está la clave: si estás esperando la foto perfecta, quizá te pierdas la verdadera.
Las fotos que de verdad importan no son las más técnicas.
Son las que tienen alma.
¿Entonces… no planificas nada?
Sí, claro que planifico.
Pero no para forzar momentos, sino para crear el espacio donde puedan suceder.
Planifico para que haya calma.
Para que tú no te preocupes por la cámara.
Para que, si pasa algo hermoso, yo esté ahí.
Y tú… no estés pensando en mí.
Mi trabajo no es dirigir una película.
Es estar en el lugar correcto, con la mirada afinada,
y dejar que el día hable por sí solo.
Las fotos que no sabías que querías
Lo curioso es que muchas parejas, al ver su galería, me dicen:
“No recuerdo que hicieras esa foto.”
Y eso es hermoso. Porque significa que estaban viviendo.
No posando. No rindiendo cuentas al fotógrafo.
Y justamente por eso, la imagen es tan fuerte.
Porque fue real. Fue suya. No mía.
En resumen
Las mejores fotos no se buscan.
Se descubren.
No son las más grandes. Ni las más simétricas.
Son las que, cuando las ves… te llevan de vuelta.
Y eso no se planea.
Se respeta.