Bodas slow: la nueva forma de casarse que prioriza lo real sobre lo perfecto
Cada vez más parejas jóvenes deciden casarse sin coreografías forzadas, sin grandes multitudes, sin el peso de agradar a todos.
Eligen otra cosa: una boda que se sienta como ellas.
Menos formal. Más emocional. Menos espectáculo. Más verdad.
A esto se le llama una boda slow. Y si aún no la conocías, es probable que te sientas identificado con su esencia.
¿Qué es una boda slow?
Una boda slow no es una moda. Es una filosofía.
Es elegir con conciencia. Es celebrar sin prisa. Es vivir el día con presencia.
No se trata de hacerlo todo “minimal”.
Se trata de darle significado a cada elección:
El lugar no es el más lujoso, es el que conecta contigo.
Los invitados no son por compromiso, sino porque tienen un lugar en tu historia.
Las fotos no son para mostrar… son para recordar.
¿Por qué están creciendo las bodas slow?
Hay una generación que ha dicho basta al “checklist obligatorio”.
Eligen no endeudarse por una boda.
Eligen no vivir el día para otros.
Eligen celebrar con intención, con calma, y con alma.
Después de una pandemia, después de tantos estímulos, después de ver tanto en redes… muchos se han dado cuenta de que menos es más, cuando lo que hay es verdadero.
¿Cómo cambia esto la forma de fotografiar?
Una boda slow no se fotografía igual.
No se trata de correr detrás de poses.
Se trata de acompañar los silencios, captar lo que pasa cuando no se está mirando la cámara.
Hay más pausas, más miradas reales, más libertad para observar.
La luz entra de otra manera.
La emoción también.
Y como fotógrafo, eso lo cambia todo.
El valor de lo simple… cuando es auténtico
En una boda slow, la fotografía no decora.
La fotografía sostiene.
Porque cuando el banquete se haya terminado y el vestido esté guardado, lo que quedará son esos momentos reales que decidiste vivir.
Sin prisas. Sin presión.
Solo tú. Solo ustedes.