Bodas íntimas en Barcelona: por qué menos, a veces, es más
Cada vez más parejas me escriben diciendo lo mismo:
“No queremos una boda enorme, solo algo auténtico, bonito, que se sienta real.”
Y yo siempre pienso:
bendita decisión.
Una boda íntima no es una boda pobre.
Es una boda consciente.
Donde no hay ruido innecesario.
Donde no hace falta fingir.
¿Qué es realmente una boda íntima?
No va de números. Va de energía.
Una boda íntima puede tener 10, 20, 30 personas… o ninguna, si se trata de una fuga.
Lo importante es que están quienes tienen que estar.
Y eso lo cambia todo: la calma, el ambiente, la forma en que se vive.
¿Y en las fotos, qué cambia?
Todo.
Hay tiempo.
Hay espacio.
Hay silencio.
Y eso me permite trabajar como más me gusta:
observando desde lejos,
sin interrumpir,
buscando la luz, los gestos, los segundos que importan.
En bodas pequeñas, los abrazos duran más.
Las lágrimas se sueltan antes.
Y las fotos… se vuelven más profundas.
Barcelona tiene rincones perfectos para esto
Cuando la boda es íntima, no hace falta buscar un castillo.
Podemos aprovechar:
Un pequeño viñedo escondido.
Una casa rural en el Montseny.
Un atardecer frente al mar sin multitudes.
Un comedor cálido, con luz suave entrando por las cortinas.
Lo que importa no es el escenario.
Es la intención.
¿Y si estás dudando?
Si sentís que una boda íntima es “poca cosa”,
déjame decirte algo:
en 10 años nadie recordará si hubo fuegos artificiales,
pero sí recordarán ese momento donde dijiste “sí”,
sin gritos, sin presión,
mirando a los ojos y sabiendo que eso era todo.